Países emergentes: Banco Mundial alerta sobre la deuda

 

 La alarma de la deuda suena otra vez. Esta vez respecto a los países emergentes y en desarrollo. Según informe de diciembre de 2019 del Banco Mundial titulado “Olas globales de deuda” (Global waves of debt), la deuda pública y privada de esos países hacia finales de 2018, llegó al nivel récord de 55 billones de dólares. Desde 2010, la relación deuda/PIB se les disparó del 54% hasta el 168%.

En este período, el mayor, más rápido y generalizado crecimiento de las últimas cinco décadas ocurrió en los países estudiados, en promedio, 7% al año, tres veces más rápido de lo que durante la crisis de la deuda latinoamericana de la década de 1980.

En los últimos 50 años, la crisis de los países emergentes sería la última de las cuatro crisis principales de deuda, pudiendo ser posible destacar que el alto crecimiento de la deuda se combina con desaceleraciones financieras reales, generando colapsos en la producción, consumo e inversión.

El crecimiento de la deuda en cuestión fue encabezada por China, con 20 billones de dólares. En el período cubierto por el informe, Pekín vio aumentar la relación deuda/PIB de un 72% hasta un 255% un hecho muy preocupante.

El peligro de la burbuja de la deuda se agrava por los significativos cambios ocurridos con relación al pasado; no se trata solamente de la deuda pública y externa, sino también de la deuda privada, en particular, de empresas.

Desde 2007, estos países se muestran más debilitados, puesto que el 75% de ellos tienen déficits presupuestarios y los déficits comerciales (la diferencia entre gastos de importaciones e ingresos por exportación) son cuatro veces mayores. Además, existen nuevas categorías de acreedores involucradas. En el pasado, eran gobiernos y organizaciones internacionales, ahora, las deudas están principalmente en manos de varios tipos de fondos de inversión y sectores no bancarios, al punto de que más el 50% de la deuda pública está en manos de operadores extranjeros.

Estas deudas también están fuera del control del Club de París, es decir, fuera del alcance de contratos que garanticen tasas moderadas de interés y, eventualmente una suspensión de pagos y reorganizaciones no punitivas. Generalmente, no están denominadas en monedas nacionales, sino en dólares, y exponen a los países a fluctuaciones y crisis generadas fuera de su control.

El crecimiento de la deuda agregada de estos países no fue estimulado, pero si favorecido por las políticas de tasas cero de la Reserva Federal estadounidense, del Banco Central Europeo (BCE) y de otros bancos. Las megainyecciones de liquidez denominadas “flexibilización cuantitativa” (quantitativeeasing), que no fueron utilizadas en inversiones en los sectores de la economía real de los países industrializados, también generaron flujos financieros rumbo a las economías emergentes, en busca de retornos más altos.

Cuando el dinero tiene un costo menor, acostumbran aumentar las propensiones a altos riesgos y al llamado riesgo moral, lo cual a mediano plazo minan los fundamentos de cualquier sistema económico.

Ahora, un choque global repentino, como un aumento en las tasas de interés o premios de riesgo de mercado, puede generar un estrés financiero y difícil de sustentar. Vale la pena recordar que, con relación a la deuda, el informe del Banco Mundial reafirma el viejo dictado de que “es la dosis la que determina el veneno”.

Además de esto, se sabe que el endeudamiento no es un mal en sí mismo, si se utilizara en la promoción del desarrollo a largo plazo, pero puede volverse insostenible si se orienta hacia operaciones improductivas o incluso especulativas.

Sin embargo, las soluciones propuestas por el Banco Mundial parecen vagas y abstractas. Se sugieren prioridades sociológicas, en lugar de económicas. Por ejemplo, se necesitan una mayor transparencia y una administración más cuidadosa de las deudas, como es apuntado, pero las causas principales están en la degeneración progresiva de las finanzas en el ámbito global y en la falta de reglas y controles vinculantes.

Ciertamente, los gobiernos de los países emergentes tienen gran responsabilidad por el problema. No obstante, ellos siguen los modelos de los países occidentales, de Estados Unidos en primer lugar, los cuales, generalmente, dictan sus propias condiciones a ser aplicadas en la economía y las finanzas.

Para asegurar la sustentabilidad de sus deudas y reducir el riesgo de un choque económico, los países emergentes y en desarrollo necesitan de inversiones y créditos orientados hacia su desarrollo económico y social.

Deben de crearse mecanismo para facilitar la resolución de las crisis de endeudamiento, evitándose serias consecuencias sociales. Muchas veces, ellos son tratados como meros proveedores de materias primas, productos y mano de obra barata. El neocolonialismo, aunque con formas modernas, depreda las riquezas y mantienen a la mayoría de las poblaciones en situación de pobreza y subdesarrollo.

Se espera que, con el nuevo año, especialmente, por parte de la Unión Europea, haya condiciones de promover una profunda revisión en las políticas de sustentación y colaboración con los países emergentes.

*MSIa Informa

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